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sábado, 30 de marzo de 2013

El Papa encabezó la celebración de la Pasión de Cristo en la Basílica de San Pedro

Fue el primer Viernes Santo de Jorge Bergoglio como jefe de la Iglesia Católica.



El papa Francisco encabezó en la Basílica de San Pedro la Pasión de Cristo, la primera de su pontificado, que comenzó con una oración durante varios minutos tendido en el suelo.
En silencio y revestido con una casulla de color rojo que representa a la sangre del martirio, el Papa realizó el gesto de la postración frente al altar central de la basílica para luego dar inicio a la celebración, que incluyó la liturgia de la palabra y la adoración de la Cruz.
 Miles de personas, entre ellas el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, asistieron en el templo vaticano al rito del Viernes Santo, único día del año en que no hay consagración.
La homilía estuvo a cargo del Predicador de la Casa Pontificia, el franciscano Raniero Cantalamessa -como es habitual en muchas ceremonias vaticanas-, quien remarcó la necesidad de recuperar el impulso evangelizador de la Iglesia y tuvo un enérgico llamado a desterrar "las burocracias los residuos ceremoniales y controversias del pasado". En su predicación, Cantalamessa utilizó un texto del escritor checo Franz Kafka para ilustrar los impedimentos que surgen en el seno de la iglesia a la hora de evangelizar.
 "Tenemos que hacer todo lo posible para que la Iglesia nunca se parezca a aquel castillo complicado y sombrío descripto por Kafka, y el mensaje pueda salir de él tan libre y feliz como cuando comenzó su carrera", aseveró. "Sabemos cuáles son los impedimentos que puedan retener al mensajero: los muros divisorios, como aquellas que separan a las distintas iglesias cristianas entre sí, la excesiva burocracia, los residuos ceremoniales y controversias del pasado, aunque se han convertido ya en escombros", destacó el encargado de la predicación.
 Por la solemnidad de la ocasión, las oraciones, la lectura de la pasión y el salmo fueron proclamados en latín, mientras que la primera lectura fue en italiano y la segunda se hizo en español.
La Liturgia del Viernes Santo es la única del año en la que no hay consagración, pero sí comunión.

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